miércoles, 3 de junio de 2020

Rangos

En mi casa cuando nos sentábamos todos juntos sin guardar las medidas mínimas de separación, compartiendo un trozo de tarta, siempre que se hablaba del pasado, de la guerra,  un tema que en mi familia se ha hablado con todas las generaciones para no olvidar, por lo de intentar no tropezar dos veces con la misma piedra, siempre se recordaba a mi bisabuela Marcela, con su falda negra y su mandil negro, subida en un tren de madrugada con uno de sus hijos recorriendo diferentes lugares para conseguir algunos productos de primera necesidad que después no siempre se quedaban en casa, la mayoría de las veces terminaban en manos de otros que no podían o no querían arriesgarse a hacer el viaje, siempre peligroso, que hacía una mujer con un medio adolescente larguirucho y rubio, que era mi tío abuelo Florencio.

Mi abuela y mi madre me han contado mil veces como se subían al tren de madrugada con un poco de comida escondida entre las faldas de ella y se alejaban de casa a la aventura y a la vuelta en vez de llevar bolsas o paquetes era ella, Marcela, la que se lo iba poniendo todo alrededor de su cuerpo para evitar que se lo robasen.

Entre risas más de una vez he dicho y me han dicho que en eso de suministrar lo que se necesitaba me parezco a ella, tanto como el menor de mis hijos que tiene los ojos verdes como los tenía ella o lo rubio de su pelo, como el larguirucho adolescente que la acompañaba y es que " el que a los suyos se parece, honra merece " que dicen por aquí.

Y es verdad que tengo un don para conseguir cosas, una batería para el coche un domingo por la tarde, unas mascarillas ffpp2 para todos los que me rodean, guantes, que me acuerdo donde venden las cosas y que precio tienen y a veces los amigos se sorprenden porque parezco la wikipedia en cuanto a información que para otras personas puede parecer absurda pero que a mi me ayudan en el día a día.

En estos tiempos que nos toca vivir me ha venido fenomenal toda esta información y todo el material que por un impulso comencé a almacenar no solo para mi, también para los que me rodean tengan o no mis apellidos.

Anoche mientras cenaba una cervecita sin alcohol y un sandwich de queso fundido, la dieta me la salté a la torera después de casi doce horas pegada al pc. Le dije a mi costillo que el proyecto de casa de una sola planta a largo plazo que estamos comenzando a plantear ( él ) yo ya tengo hasta el último clavo puesto, en ese proyecto quería poner placas solares y un aljibe.

Mi costillo que me conoce desde hace casi tres décadas comenzó a reírse y a mirarme. Él sabe que lo de la ecología y el bien del planeta por imposición nunca me ha gustado y que he dicho que ni muerta me compro un coche eléctrico y que yo dijera sin presiones que quería incluir esos dos elementos en nuestro proyecto de vivienda al que solo le falta que nos toque la lotería ( nota mental ir a comprar ) era por otras razones y es que no hay nada peor que te conozcan.

Después del ataque de risa, me preguntó si el agua del aljibe era para hacer un foso alrededor del muro electrificado con la luz de las placas solares y volvió a darle otro ataque de risa.

En realidad parte de razón si tiene, no en lo del foso, sí he pensado en la valla, pero sin electricidad, que si le pasa algo a alguien ya me he informado que puede ser un homicidio por imprudencia, pero son dos elementos que me parecen necesarios y tengo el palpito de que tarde o temprano vamos a necesitar. Cosas mías, que me tengo que repetir cada vez que lo pienso.

Al igual que yo soy una conseguidora nata, en esta vida cada persona tiene una función y ha quedado claro en estos tiempos que quitando los asesores políticos, subasesores y todos esos, los demás trabajadores de la cadena somos imprescindibles y que no deberíamos ser tan ególatras como para pensar que por tener un oficio que requiere una titulación inferior a la que tengamos no tiene el mismo valor que el nuestro, que hubiera sido de todos nosotros sin los transportistas que no han tenido confinamiento, o de los reponedores de los supermercados, de los que están horas y horas en las lavanderías de los hospitales preparando todo lo que damos por hecho que va a estar allí cuando lo necesitemos.

Espero que a partir de ahora cuando miremos a las personas que nos rodean, si alguna vez se nos ha pasado por la mente la egoísta idea de pensar que nuestro trabajo, nuestros estudios, nuestro dinero en el banco nos permitía pensar que podíamos posicionarnos un escalón por encima de otra persona, pensemos que todo lo que nos rodea y nos permite vivir como lo hacemos es gracias a que otro lo ha llevado hasta donde yo con todo tipo de facilidades he podido alargar el brazo y cogerlo.

Que cuando ayer una persona me vio en la calle a las diez de la noche y con retintín me dijo: " vaya, hoy sales más tarde y no has ido a comprar el pan esta mañana,  como se nota que hoy has trabajado " se lo piense dos veces, porque lo que ella no sabe es las horas que durante el día y la noche he dedicado yo a leer y preparar las tareas que después su hija me envía cuando la da la gana o cuando puede, que tampoco la voy a juzgar.

 Y yo me haga la loca, por educación y prefiera hacer como que no he escuchado el comentario y me vaya a dar un paseo porque el dolor de espalda que tengo es ya tan grande como las ondas de un terremoto de escala 7.
                     

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