martes, 23 de junio de 2020

Raíces

Esta mediodía me he puesto en plan jardinera, después de toda la mañana corriendo de un lado para otro, que desde que estamos en la nueva normalidad he vuelvo a necesitar 48 h para poder hacerlo todo otra vez, ir al trabajo, entregar documentación,  he ido tres veces, cada vez se me había olvidado algo, hacer la compra y alguna cosilla más, he llegado a casa casi a las 13,30 h y en vez de ponerme a hacer la comida o volvíamos a comer bocadillo, me he ido a la terraza, que aún no parecía una sauna, del calor que suele hacer toda la tarde ¡¡¡ a cambiar macetas !!!

La jardinería no es lo mío, durante más de diez años esa zona de la casa era algo olvidado, lleno de macetas con plantas secas, pero después las tiré todas, no me planteé arreglarlas, simplemente fueron todas a la basura y poco a poco he ido poniendo nuevas, que me acuerdo de regar casi todas las semanas.

Hace unos años me regalaron una trepadora que en teoría crecía sola, no había que hacer nada, tan al pie de la letra me lo tomé que la pobre trepadora se murió.

En pleno confinamiento con esas ansias de que me diera el aire salí un día al patio y la arranque de la jardinera, tirándola con otros restos en un macetero para que hicieran de abono cuando fuese a la tienda a por otra victima de mi entretenimiento.

Eso ha sido hoy, he comprado cactus, de los que no pinchan, como lo que había dejado en la maceta no se había movido, lo he ido a quitar para tirarlo a la basura, cual ha sido mi sorpresa al ver que habían echado raíces y estaban creciendo libremente. Me ha dado pena tirarlo y lo he vuelto a plantar en otra maceta a ver si es verdad que crece solo y llena la pared de la terraza.

Después me he confiado y he ido a tirar todo lo demás que quedaba y me he hecho sangre con una espina de un tallo del rosal que estaba más que seco, pero acechaba como un traidor para hacerme daño.

Y es que las plantas son como las personas, las hay que te lo dan todo sin que se lo pidas, que aunque te olvides de ellas, resisten y crecen agradecidas para que si un día vuelves estén allí listas para contemplarlas y otras son como los tallos de las rosas, que parecen bonitas pero que en cuanto te descuidas te clavan las espinas incluso cuando ya están muertas hace tiempo, hasta te hacen sangrar.

Esta mañana me salía sangre de la yema del dedo, lo he limpiado con la manguera y después he seguido trabajando con la tierra, a lo mejor se me infecta el dedo, pero no he parado de cuidar a la trepadora que me pedía a gritos, si hubiera podido hablar, que la sembrase en una jardinera y la cuidase un poco más.   

En cuanto a los rosales he tomado la decisión de no dejarlos entrar más en mi casa, así por lo menos evitaré otro pinchazo en los dedos.


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