viernes, 12 de junio de 2020

El poder en sus manos.

7,30 de la mañana, un ruido ensordecedor me hace despertar, no es el despertador que le tengo puesta una canción, que acabaré odiando porque le tengo programado para cada media hora.

El ruido procede de la calle, es el señor de la segadora eléctrica, suena como las motos de cross pero más rato y debajo de mi ventana.

Es lo malo de vivir frente a unas antiguas huertas, el terreno es tan fértil que por mucho que corten la hierba sigue creciendo. Tengo claro que si necesitamos un huerto ese será el mejor lugar.

Ante mis ojos el segador parece que disfruta con sus grrrm ruuunm y mil maneras más de acelerar la máquina, además de dejar todos los coches que hay aparcados en modo camuflaje, hasta arriba de hierbas desparranadas por el cristal, las puertas, el techo...

Le he hecho una foto al pobre hombre pensando en escribir autenticas barbaridades sobre él en esta entrada, pero mientras hacía la foto me he dado cuenta de que él era mi punto de ira igual que mis compañeras y yo lo fuimos el año pasado.

Y es que el año pasado por estas fechas me llamaron por teléfono para notificarme que me había tocado ser miembro de un tribunal de oposiciones, con 28 tribunales era fácil que me tocase, estaba en la lista de suplentes y creí que me iba a librar pero no, no tuve suerte.

El presidente de mi tribunal me localizó en mi puesto de trabajo, lo tenía fácil y me notificó que sí o sí tenía que ir. Lloré, pataleé, busqué mil razones para no ir, solo me faltó ponerme de rodillas, pero como todo fue por teléfono no me iba a ver y no lo hice.

Y allí nos presentamos el mismo día que terminaron las clases,  hablo en plural, por suerte para mi fuimos varias las seleccionadas del cole y podíamos ir y venir todos los días juntas los 240 km diarios que nos iba a tocar hacer en el siguiente mes.

El primer día a las 5 de la tarde todos los que estábamos allí teníamos la misma cara de perdidos, íbamos a tener que examinar a nuestros propios compañeros y eso no es algo que guste.

Nos dieron las primeras normas y nos pidieron que estuviéramos allí el día siguiente a las 7 de la mañana, empezábamos a ver la que se nos venía encima con los madrugones y las temperaturas de casi 40º en los meses de junio y julio en mi tierra.

Y allí que nos presentamos un sábado a las 7 de la mañana con nuestros maletines llenos de bolígrafos de colores, toda la legislación de la comunidad y miles de dudas.

Supongo que todos los opositores que nos viesen llegar nos mirarían con la misma cara que yo miraba esta mañana al segador y pensaría que estábamos disfrutando de lo que estábamos haciendo, cuando en realidad estábamos aterradas, por la responsabilidad que nos habían otorgado, por los recuerdos de las veces que estábamos en el otro lado, muchas, ya que el sistema de oposiciones de educación no es de los más justos del mundo y aunque lleves trabajando tantos años que ya te han reconocido un sexenio y hayas aprobado todos los exámenes varias veces, si no llegas al corte de nota no te sirve y has de volver a presentarte otra vez.

Durante un mes, los madrugones, los kilómetros , el calor y las miradas a veces de enfado, a veces de miedo o terror nos rodeaban sin nosotras poder explicarles que cumplíamos ordenes y que aunque a ellos no les gustase, nosotras cumplíamos ordenes igual que el cortador de hierba que me despierta a las 7 de la mañana y que seguro que le apetecería estar en su casa descansando en vez de cortando hierba.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Pasada de moda

 He buscado la definición de los nacidos en los 70.  Que no es lo mismo que tener 70 y pone que soy un X , no una Xman o xwoman.  Se que mis...