viernes, 1 de mayo de 2020

En guerra

Después de 48 días en casa, con tele trabajo que más bien se podría llamar esclavo trabajo, porque no tiene tope de horas, me paso las tres cuartas partes del día en una habitación de unos 15 metros cuadrados, sentada en mi sillón favorito, con unas zapatillas/calcetines que creo que han sido la mejor compra que he hecho en mi vida, veremos a ver el día que me tenga que poner unos zapatos de verdad que va a pasar con mis pies.
Me siento junto a mi balcón y trabajo, con la tele encendida, generalmente con pelis de muchos tiros y poco diálogo, los pies en alto y el pc en mis piernas. Mi única conexión con el mundo exterior es mirar por la ventana y pensar en lo afortunada que soy por tener un gran campo y mas de 300 m hasta las casas de enfrente.

Veo pasar a la gente ( que simula ir a la compra ) a los que sacan a su perro, a los que tienen hijos y los dan un paseo, los pájaros, las cigüeñas, todo un privilegio en estos tiempos que corren.

Hace una par de semana cuando mi estado de ánimo no estaba en su mejor momento, un camionero decidió dejar aparcado frente a mi ventana un camión tan grande que llevaba en la parte de atrás una excavadora, creo que en algunas ciudades hay pisos más pequeños que ese camión.

Ni corta ni perezosa y de buena gana me asomé a la ventana y le pedí que no aparcase frente a mi ventana que llevaba mucho tiempo sin salir y era el único consuelo que tenía en todas las horas del día, poder ver la calle. El señor camionero, me miró se rió entre dientes y se fue.

Gran error por su parte, porque no me conoce, reconozco que soy un pelín obsesiva con algunas cosas y cabezona, su sonrisa burlona se convirtió para mi en una declaración de guerra oficial. Y a mi no me gusta perder.

Cuando esa tarde noche me senté a trabajar solo veía ese mastodonte amarillo de hierro y mi cabreo iba en aumento.

A la mañana siguiente en cuanto le escuché que se llevaba la mole, salí disparada de la cama, bajé al garaje y saqué el otro coche que tenemos, calculé el punto exacto en el que tenía que aparcarlo para que le resultase imposible dejarlo frente a mi casa esta tarde, coloqué los dos coches, uno en cada lado de la calle y esperé.

Según iban llegando los vecinos que trabajan fuera les iba indicando donde debían dejar sus coches para impedir el aparcamiento del camión , sorprendentemente me hacían caso y como todos tenemos dos coches como mínimo, la calle quedó sembrada de coches a ambos lados y las cocheras vacías.

Durante casi diez días el camionero no ha podido aparcar en nuestra calle, venía, miraba y se iba, pero hace dos días las medidas de aparcamiento se relajaron y quedó suficiente hueco unas casas por debajo de la mía y ha vuelto a dejarlo allí. Dos días ha tardado otro vecino en declararle la guerra, esta mañana en cuanto se ha marchado he comprobado como uno de los implicados sacaba su coche y lo dejaba en el sitio en el que hacía dos minutos estaba el camión.

Si él tiene mala leche, nosotros tenemos mucho tiempo para pensar y mirar por la ventana como sería estar paseando en vez de mirando y eso es algo que no le voy a permitir que me lo quite.

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