El Señor Destino vivía feliz, haciendo lo que quería, controlando la vida de todos como si de marionetas se tratase.
Tiro de este hilo y te quedas sin hijo.
Tiro de este otro y te ponen morado un ojo.
Creía el Señor Destino que todo lo podía dirigir, que nadie se iba a revelar.
Pero un buen día, tiró de un hilo y no pasó como otras veces, esta vez el hilo presentó resistencia y por mucho que tiraba no conseguía nada.
Entonces empezó a observar que los hilos no se tensaban, que las cuerdas se aflojaban y que las marionetas comenzaban a moverse por su cuenta.
Habían crecido, madurado, pensaban tomar sus propias decisiones, variar su destino.
Los muñecos cambiaban de camino y cambiaban su destino.
¡ Tengo derecho a amar ! Dijo una marioneta y las cuerdas voy a cortar.
¡ Yo quiero tener hijos! Dijo otra y los voy a buscar fijo.
¡ Pues yo quiero estudiar!
¡Y yo viajar !
¡Nosotros queremos ser libre!
¡Y nosotros vivir felices!.
Una a una todas las marionetas cortaron sus ataduras.
Y desde ese día, cada cual toma sus propias decisiones, sin obligaciones, sin miedo a ser manipulados, ni controlados.
Con la esperanza de haber decidido bien, con el deseo de que todo salga como deseamos.
Pero con la libertad para poder confundirse y volver a empezar.
A partir de entonces hay un lema en la ciudad de las marionetas:
¡ Mi destino lo decido Yo !
No pretendo ser la mejor, tampoco la más leída, solo plasmar por escrito lo que pienso, un saludo y gracias por leerme.
viernes, 8 de octubre de 2010
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