domingo, 1 de noviembre de 2020

Observando

 Si viviera en la edad media, esta mañana habría tenido un palco como los reyes o el clero cuando quemaban a las brujas o los herejes, pero no vivimos en la edad media y lo que yo veía en vez de ser un espectáculo era algo realmente triste. 

Una madre sentada en un banco abrazando a un niño, no hacía nada, solo lo miraba, el niño, tranquilo y seguro jugaba con sus manos.

Me ha llamado la atención el lugar en el que estaba, en la puerta de las pruebas pcr, sola con su niño entre los brazos ha estado más de media hora, hasta que un sanitario ha salido equipado con todo lo necesario para trabajar y ella se ha puesto en pie casi de un salto. 

El niño ha seguido tranquilo jugando junto a su madre que mientras hablaba lo sujetaba de la mano. 

Se han marchado después de un rato con el niño entre sus brazos, los dos con la mascarilla puesta.

Esta tarde me he enterado que la estaban informando que el niño era positivo, que se había contagiado, la reacción de cualquier mortal hubiera sido alejarse, pero ella no, ella no ha dejado a su hijo, aunque tenga una enfermedad que no distingue de edades, sexo o condición social, ella lo ha abrazado con más fuerzas, como si así pudiera protegerle de todos los males.

Y  es que eso es lo que hacen las madre, la mayoría de las madres por lo menos, las que rezan para que por una vez sus hijos obtengan un negativo, las que lloran por las noches pensando en lo triste de lo que nos ha tocado vivir y preguntan mil veces a sus hijos si lleva  la mascarilla hasta en la ducha, las que gritan y se enfadan cuando a alguno de sus hijos se le ocurre decir que quiere salir en plena crisis, en plena segunda ola.

No puedo entender lo que pasa por la cabeza de los padres y madres que ven salir a sus hijos sin mascarillas, los que se saltan el toque de queda o los que les organizan fiestas, quién es más responsable de los actos, sus hijos o ellos?

No quiero ni imaginar como estará la madre de esta mañana, que estará pasando por su cabeza, porque lo que tengo claro es que ella ha tomado una decisión, la misma que hubiera tomado yo si uno de mis hijos hubiera enfermado cuando eran tan pequeños, quedarse a su lado, cueste lo que cueste.

Ahora que son mayores me paso el día repitiéndoles que los actos traen consecuencias y que han de pensar lo que hacen, que no hagan tonterías y se dejen llevar por los demás, que el arrepentimiento no funciona como vacuna en este caso.

En nuestras manos está que imágenes como la de esta mañana no se repitan más veces, que los que se pasan la noche quemando contenedores, los que hacen fiestas o pasan de las normas establecidas dejen de incumplirlas, porque no todo lo que actualmente nos imponen puede gustarnos pero mucho peor es no poder estar con los que nos quieren, no poder abrazar a nuestros hijos sin miedo a que enfermen, seamos prudentes, afrontemos la realidad y pensemos que las circunstancias pueden ir a mejor o a peor, es algo que solo nosotros unidos podremos hacer.

“¿Creerá la posteridad que hubo una época en que sin diluvio, sin incendio del cielo o de la tierra, sin guerra o cualquier otro desastre parecido, se ha despoblado no esta o aquella región, sino el globo entero, por así decirlo?” Petrarca  

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