domingo, 4 de octubre de 2020

Un pensamiento fugaz

 Estaba el otro día en la peluquería, atrapada, con la cabeza en el lavabo goteando mi pelo, sin poder moverme y mis ojos se fijaron en dos moscas que no se movían, estaban como dos estatuas en el filo de un cristal, la gente pasaba, los secadores orientaban el chorro de aire hacia donde ellas se encontraban y no las afectaba, se ve que habían encontrado la estabilidad y todo lo que las rodeaba las resultaba de lo más normal, sin plantearse que pudiera ser un peligro para su efímera vida. Me recordaban a esas personas que ven la vida pasar, sin hacer nada, ni bueno ni malo, que las da igual los que les rodeen y lo que les pase, que siguen en su estado de aletargamiento sin pensar en que sus acciones pueden ser de ayuda o desquiciar a los que les ha tocado pasar junto a ellos, esas personas que se sientan en los escalones de los portales con la mascarilla por la barbilla y tosen cuando pasas, esos que aparcan ocupando dos plazas o los que se hacen los tontos y aunque ponga en un cartel que hasta un ciego puede leer que es una fila única para las cinco cajas ellos se van a la última y se cuelan de todas.

Esos que sabiendo que has perdido a un ser querido por este p.. bicho te dicen que a él les da igual que esto es una enfermedad de viejos y que él es joven.

Sentada en la butaca nada cómoda, con las cervicales sin riego sanguíneo ya del rato que me tenían allí para luchar contra algo que ya es evidente, mi pelo blanco, solo tenía ganas de tener a manos un mata moscas y dar un golpe contra el crista, no para matarlas, ya es demasiado corta la vida de una mosca, solo para asustarlas y hacerlas volver a la vida normal de una mosca, la de estar alerta ante todo lo que las rodea, que es lo normal, no el aletargamiento de las que ya se sienten seguras por los que les rodean.

Yo es que creo que soy como esos animales que salen en los documentales de la 2, los que van a beber al río plagado de cocodrilos y beben con un ojo mirando al norte y otro mirando al sur y si pudieran un tercero en la espalda por lo que les pueda venir y cuando me dicen que esto es lo que nos ha tocado y que nos tenemos que aguantar mi instinto de supervivencia me hace enfadar y pensar que antes de rendirme tengo que luchar, que lo de vivir de rodillas no va conmigo y que si tengo en mis manos poder combatir lo haré hasta el final.

No vaya a ser que venga alguien con el mata moscas y en vez de asustarme me de de lleno.

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